Pastoral

El Colegio “Teodelina Fernández de Alvear” es una Institución Educativa Católica, a cargo de los “Hermanos de la Instrucción Cristiana” o “Menesianos”.

La escuela menesiana, es una escuela en clave pastoral donde el anuncio evangélico atraviesa todo el proyecto educativo y se celebra la vida.

Un menesiano siempre debe recordar estas palabras de Jesús: “Dejen que los niños vengan a mí, no se lo impidan” (Mc 10,14). Somos, para nuestros niños y jóvenes, «mediación» para el encuentro con la persona de Jesús. Así lo expresaba, Juan María de la Mennais, nuestro Fundador: “Mis escuelas han sido fundadas para dar a conocer y hacer amar a Jesucristo”.

   Claves de la Escuela Menesiana:

Para nosotros, los menesianos, la escuela quiere ser una alternativa educativa y cultural. Estas son las características que la definen:

   Formación integral.

La propuesta menesiana se fundamenta en el principio que establece que en educación no se deben hacer separaciones; todo en ella se apoya mutuamente: Instrucción, educación y evangelización en el mismo acto. La escuela no tiene como sola misión el transmitir al niño-joven los conocimientos básicos y el sentido de los deberes cívicos. Ella debe contribuir a educarlo, a formarlo en todas las dimensiones de la persona humana: su dimensión corporal, social, ética y espiritual, y su naturaleza profunda de ser creado a imagen de Dios.

   Lazos de fraternidad.

Un centro menesiano es un lugar para crear comunidad. En él, cada estudiante es capaz de desarrollar su potencial, cada educador crece como persona, profesional y cristiano, y cada padre experimenta el gozo de ver a sus hijos aprender y crecer en plenitud. Una de las convicciones más profundas de toda comunidad educativa menesiana es que el sentido de vida se descubre en los lazos que se van tejiendo.

   “Ángeles” de los pequeños.

El educador menesiano sale al encuentro de los niños y a los jóvenes en las situaciones vitales en las que se hallan inmersos. La acogida incondicional, el conocimiento personal, la confianza y el acompañamiento que previene peligros y ayuda en las dificultades, son formas de vivir el ser ángel de los “pequeños”. Esta actitud implica dejar los ámbitos conocidos, las seguridades y respuestas tradicionales, para emprender nuevos caminos, nuevas propuestas, que integren a todos, que atiendan sus realidades concretas dándoles sentido y horizonte de esperanza y crecimiento.

   Escuela Templo.

La escuela es para el educador menesiano lugar para experimentar la presencia de Dios. La cercanía de los niños y de los jóvenes es la zarza ardiente (cfr. Ex 3, 1-6) a través de la cual Dios se le revela. Como Jacob (Cfr. Gn 28, 10-22a), el educador de un centro educativo menesiano descubre el don que se le da a conocer gratuitamente: “¡Verdaderamente Dios habita en este sitio y yo no lo sabía!”

   Escuela Hospital.

Los centros menesianos son lugares en los que se alivia el sufrimiento humano. En estas escuelas, las nuevas generaciones establecen relaciones personales con adultos que, de una manera diferente a la vida familiar, se preocupan por ellos, ayudándoles en su búsqueda de sentido abriéndoles nuevos horizontes de vida. Estas relaciones son sanadoras, liberadoras y potencian la existencia de todos los que las viven. La educación menesiana pone en marcha un proceso de sanación tanto individual como social. En las escuelas menesianas se hace de la fraternidad un principio educativo capaz de sanar las heridas que los niños y los jóvenes llevan en sus corazones.

  Escuela Frontera.

    La escuela menesiana emerge como una escuela llamada a llegar al límite, a la frontera. Asumiendo la dinámica evangélica, la escuela menesiana va donde otros no llegan, poniéndose al servicio de los últimos y generando una alternativa que permita a cada uno encontrar su propio lugar.